¿Seguro? No se yo... Foto: 917pr |
Otro mes más disfrutando
del mejor hard & heavy copyleft. Sin duda noviembre ha sido un
mes más hard y menos heavy, así que para equilibrar el gusto de
nuestros lectores, acabaremos el año metiendo más heavy metal. Ya
empezamos a disfrutar de una respetable audiencia y oye, sin contar a
los robots rusos spammers ni las propias entradas de la
administración a manejar el cotarro. Esperamos seguir creciendo más
todavía en el futuro próximo. Tenemos la radio hecha trizas.
Casualidades de la vida, Mixpod, que nos servía de soporte para la
radio, ha decidio chapar, así que estamos buscando el reproductor
on-line alternativo más idóneo para nuestros hits copyleft. Os
pedimos por eso un pelín de paciencia.
Vamos a hablar hoy -pero
brevemente, que no es plan de dar el coñazo- de ideología y música,
esa mezcla que, con mucha frecuencia, no es buena. Está claro que
este mundo de música Creative Commons, al menos como trasfondo,
constituye un movimiento fuertemente ideologizado, rompedor con el
statu quo musical en lo que se refiere a modelo de negocio, y muchas
veces expansivo a otras reivindicaciones extramusicales: la música
copyleft aparece por tanto como una parte del movimiento más amplio
de la cultura libre: música libre, literatura libre, software
libre... No tenemos ningún problema con eso y de hecho nos
adherimos, en general, a las actitudes críticas de esto que puede
llamarse, “comunidad copyleft” (de lo contrario sería difícil
explicar por qué estoy escribiendo este editorial con Libre Office
Writer utilizando Linux/Ubuntu 12.04 Precise Pangolin como sistema
operativo ¿o qué os creíais?).
Por otra parte, creo que
no es tampoco acertado que tengamos una actitud especialmente radical
con nuestro “credo copyleft”: a menudo se espera que el artista
que acude a Cretive Commons o sistemas similares tenga a priori un
compromiso de adhesión a la “cultura libre”. Se le presupone el
buenrollismo y cierto espíritu contestatario, y es entonces cuando
vienen las decepciones y las críticas injustificadas.
Si os ponéis en la piel
del músico, es difícil rechazar un contrato discográfico cuando
viene, y un contrato discográfico exige, lamentablemente y con
honrosas excepciones, pasarse al copyright. Y esto suele ocurrir a
las segundas de cambio. Primer disco “en abierto”, crío cierta
fama, firmo con el sello y adiós copyleft. Después de todo, no es
el músico el que tiene la última palabra, es más bien la
maquinaria de la industria, que no está dispuesta a renunciar a las
jugosas ventas digitales conformándose con los ingresos por el
negocio centrado en el ya decadente -y no precisamente por un
servidor- formato físico.
Pero ojo, esa secuencia
habitual, que comprendemos, no es objeción para que aquí nos
quitemos el sombrero ante artistas decididamente copyleft que han
decidido romper con esa dinámica, pese a los muchos inconvenientes
que eso conlleva. Nos referimos a grupos ya consolidados en este
movimiento que no piensan abandonarnos tan fácilmente: Daniel
Bautista, Anima Adversa, Johnny B. Nasty y todos sus proyectos
musicales, u otros que no son de nuestro palo pero que llevan ya un
recorrido bien largo y cuya calidad musical no puede ser puesta en
duda: Stormy Mondays, Pony Bravo y tantos otros. Es la constancia de
estos artistas en Creative Commons la que nos da la fe y la
perspectiva para seguir pensando que las licencias libres están para
quedarse, que no son un mero instrumento de promoción. En el lado
contrario, no hay nada que objetar a aquellos que deciden pasarse al
“lado oscuro”. Música e ideología, en mi humilde opinión,
nunca hicieron buenas migas... el antítodo natural como fans de esta
música es no esperar demasiado compromiso del artista. Así nos
llevamos una grata sorpresa cuando nos regale, año tras año y disco
tras disco, su música.
Pero esperar que los propios músicos vayan a
ser catalizadores de una revolución en materia de derechos de autor,
que se levanten masivamente en “armas copyleft” contra la
industria para implantar la cultura libre es, sencillamente, algo
cándido. Lamentablemente eso no ocurrirá. De hecho, es la piratería la que está forzando más bien un cambio en el modelo de negocio. Y no deja de ser demostrativo de las diferencias entre el negocio de la música y el del software, ya que en este último terreno las alternativas libres han tenido un potencial protagonista para "cambiar el mundo". La buena noticia es que,
en el lado opuesto, la cultura libre no son ya cuatro gatos
extravagantes, el movimiento es tan amplio en cantidad y en
propuestas musicales que casi da vértigo. Y por eso este mes
tenemos, como tendremos en los venideros, hard & heavy para dar y
regalar.
Saludos de Hard &
Free, Feliz Navidad y todo eso.
Me quedo con esta frase, que podría ser una sintesis de toda la editorial:
ResponderEliminar"Música e ideología, en mi humilde opinión, nunca hicieron buenas migas... el antítodo natural como fans de esta música es no esperar demasiado compromiso del artista. Así nos llevamos una grata sorpresa cuando nos regale, año tras año y disco tras disco, su música."
Por mi parte, como músico independiente, creo que no tengo nada que perder, y mucho que ganar con Creative Commons. Así que ahí seguiremos.
Un saludo.
Gracias por tu comentario, que además tiene más valor viniendo de un músico, que ve el tema desde dentro. La verdad es que la editorial la escribía pensando en el "consumidor" de música libre y en parte ilustra mi propio aprendizaje y actitudes por esto de la música libre. Pero tampoco cabe subestimar las ventajas que Creative Commons tiene para el artista, eso de poder compartir y acudir a librerías, álbumes de fotos virtuales y discotecas enteras con las que poder mezclar, colaborar o basarte para crear tu propia obra no tiene precio. Y por otra parte, ver lo bien montados que están algunos sellos Creative Commons, como por ejemplo Records on Ribs,es lo que hace pensar que CC no es solo cultura libre, sino un modelo de negocio creíble y profesional para los artistas.
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